El sábado estuve unas horas pendiente del debate sobre la candidatura a las europeas de Izquierda Unida. Ya de inicio la cosa pintaba mal, y cuando se hizo público el resultado, pillé un cabreo tan monumental que no pude aguantarme la necesidad de patalear por las redes, algo completamente infantil e inútil, pero mira, cuando no te dan espacios internos para opinar, que no me exijan luego dejar los debates internos para dentro.
Ahora bien, pasadas las horas y recuperada la calma, sí me gustaría explicar aquí el por qué de mi cabreo y la valoración que hago de cómo están ahora las cosas, por si a alguien le sorprendió mi explosión tuitera, y también porque escribir me ayuda a ordenar las ideas.
¿Por qué me enfadé tanto al saber que Willy Meyer repite como cabeza de lista? Básicamente por dos motivos.
Uno es por la falta de visión política de IU con esa decisión: no porque Meyer no sea una persona válida y preparada, no porque no esté yo de acuerdo con él en la mayoría de las cosas, sino porque Meyer representa continuidad y aparato de partido, política profesional, política vieja. Aunque sea la mía, oigan. Y en este momento histórico necesitamos otra cosa: necesitamos cambio, apertura, audacia, renovación, movimiento.
Pero el segundo, y fundamental, es el método. Porque hace un mes que se debatió cómo elaborar las listas, y una serie de gente (del aparato) se negó a hacer primarias. A cambio de eso, se pactó un método que consistía en que cada federación hacía su proceso (que debía ser democrático y abierto) y luego una comisión representativa buscaría el consenso a partir de los resultados de esos procesos. Y se nos dijo, si al final de todo esto no hay consenso, pues primarias. En aquel momento pensé que era una chapuza, y que era un método pensado y elaborado para hurtar el debate a las bases y para que se impusieran los candidatos del aparato, pero me callé y decidí (por enésima vez) dar un voto de confianza a la organización. La realidad ha sido peor de lo que me imaginaba: la mitad de las federaciones no ha hecho ningún proceso, la "comisión del consenso" casi ni se ha reunido y el resultado final se ha pasteleado como es habitual. Y estoy bastante harto.
Porque además, efectivamente, todo esto se diseñó para garantizar que los candidatos del aparato lograran los puestos que el aparato quería. Porque, supongo yo, se tenía miedo a celebrar primarias y que el resultado no fuera el deseado. Cuando, fijaos que tontería: si hubiéramos hecho primarias, el orden de la lista lo aceptamos todos y no hay discusiones ni problemas: la legitimidad del proceso actúa como pegamento. Si Meyer se presenta a las primarias y gana, perfecto, y todos a remar. Pero no, preferimos el pasilleo, el pasteleo y el cabreo. Porque vaya a ser que le de la voz a la militancia y me tumbe la propuesta.
Porque aquí hay una corriente de fondo que creo percibir, y es la resistencia de algunos a dejar paso, y a soltar las riendas, y a "perder el control". Creo que hay un cierto "sí anda, yo me comí la travesía por el desierto en los años malos, y ahora me vienen estos imberbes a quitarme el momento del triunfo", en todo este proceso. Y alguno tenía la sensación, creo, que las europeas marcaban el paso del ciclo entero, y si ahora caía Willy, luego me tocaría caer a mí. Supongo que no hace falta decir nombres, verdad?
A parte, hay otro tema que me preocupa más: se evidencia, no ya con el número uno, sino sobretodo con la número dos, (y con el tandem que forman, es toda una señal) que aquí tenemos un debate entre como mínimo dos visiones, si no enfrentadas, sí divergentes de qué hacer ante el momento histórico, y es lo que algunos compañeros llaman la "ruptura democrática" frente a la "refundación de la socialdemocracia". El primer asalto nos lo han ganado, y no sé siquiera si hemos comparecido, o si esperábamos que hubiera batalla alguna. Para la próxima, a ver si no somos tan pardillos, al menos.
Pero bueno, tampoco todo es malo. El proceso ha permitido que se vea este debate, creo que por primera vez abiertamente en IU, y que finalmente se colara en la lista gente muy interesante con la que me siento 100% representado. Hablo de Marina Albiol, de Javier Couso o de Lara Hernández, por ejemplo. Me encanta que estén, lo que me fastidia es dónde les han puesto el techo, y sobretodo, como. Y además, hay que valorar la unidad con ICV, Anova, Batzarre, esperemos que la Chunta también... Unidad que no es ni mucho menos suficiente, pero sí necesaria. Total, que al final, lo que no me gusta es el método, ni el cabeza de lista (o el "ticket" electoral). Pero la lista en sí, hay que reconocer que es bastante interesante: de los 10 primeros, 5 son fruto de acuerdos y alianzas con otras fuerzas y movimientos, o sea que tenemos la lista más abierta y plural de la historia. Y no solo eso, sino que, quitando los dos primeros (que supongo que es lo que el aparato no pensaba ceder) hay detrás toda una gente potente y rupturista, tendremos unos eurodiputados que oye, hace 5 años nadie lo hubiera imaginado.
Finalmente, otra cosa interesante ha sido ver las reacciones en las redes que el proceso ha suscitado. Vamos, que no fui el único cabreado, ni el único que no se calló el cabreo. Otros compañeros, responsables ellos, fueron más elegantes, pero también hicieron constar su desagrado por canales menos públicos. Lo importante es que la gente ya no tolera estos métodos, y lo ha hecho saber. La era de los tejemanejes por arriba se acabó, le pese a quien le pese y tarden lo que tarden algunos en enterarse. La frase mítica de Gramsci también se aplica al interior de las organizaciones de izquierda, pero lo nuevo termina naciendo, no hay otra. Creo que lo del sábado fue una bofetada para muchos, un caerse del guindo para muchos otros (yo incluido), y un toque de atención para el aparato, también, de que por ahí ya no pasamos. Espero que para próximos procesos todos hayamos aprendido la lección. Unos, que esto ya no cuela. Otros, que no podemos dejar que nos la cuelen de nuevo.
Si sigo estando en IU es porque, pese a todo, continuo pensando que es la única organización política que puede aspirar, algún día, a cambiar las cosas, a contribuir que la gente pueda vivir con dignidad. Por eso me trago todos los sapos que me trago, y todas las contradicciones. Y porque dentro de IU he encontrado a las personas (como Marina, por ejemplo) más abnegadas, más honradas, más luchadoras, más generosas... más rojas, en definitiva, de todas las que he conocido en todos los frentes donde he participado. Porque ser de izquierdas, para mí, implica y requiere todo lo anterior.
Por esas personas, y por esa esperanza de cambio sigo remando. Pero ojo a los de arriba, que esto no es un cheque en blanco. Si no estamos a la altura, no solo surgirán otras iniciativas que nos disputen el espacio, y no solo seremos incapaces de aglutinar a la mayoría, sino que al final hasta los más convencidos terminaremos dando un paso atrás. Vosotros veréis.
PD. Si tinc ànims, ja parlaré del tema Catalunya, que també té la seva història... però encara necessito deixar-ho reposar ;-)